La lucha de clases vista desde Silicon Valley

En California, el sancta sanctorum de la nueva economía es escenario de movimientos sociales que ilustran todos los grandes problemas de la mundialización.Vicente Mendoza, un inmigrante mexicano, vive en California. Todas las mañanas, recorre los 25 km que separan Oakland de San Ramón, donde empieza a trabajar en un restaurante a las nueve de la mañana. A las dos de la tarde vuelve a su casa para hacer una pausa de una hora o dos. Luego se dirige a su segundo trabajo, a unos cuarenta kilómetros. Tiene que atravesar el puente de San Mateo para llegar a la sede de la empresa Advanced Micro Devices, en Sunnyvale. Allí limpia las oficinas de seis de la tarde a dos y media de la mañana. Cuando por fin regresa a su casa son las tres y cuarto de la madrugada.Conscientes de su regresión socialPese a este ritmo de trabajo infernal, Mendoza tuvo tiempo y energía suficientes para participar, en la primavera pasada, en la manifestación que agrupó a 5.500 empleados de limpieza sindicados en la Service Employees International Union. Este sindicato lanzó el movimiento Justice for Janitors (Justicia para el personal de limpieza) y organizó la manifestación de Sunnyvale para reclamar mejores remuneraciones y condiciones de trabajo. Los manifestantes, que por lo general trabajan a horas en que nadie los ve, llevaban camisetas rojas justamente para no pasar inadvertidos.La operación fue un éxito. Los discriminados de Silicon Valley, en el corazón de la economía de alta tecnología, lograron llamar la atención sobre sus problemas. Trabajan sin tregua a fin de ganar apenas lo necesario, lo que los coloca en una situación marginal en una industria que ha producido más riqueza que ninguna otra en la historia.Los militantes contra la OMC reunidos en Seattle en diciembre de 1999 no hablaron para nada de este núcleo de la economía mundial. Sin embargo, para algunos de ellos como Raj Jayadev, un hijo de inmigrantes indios que se crió en San José, en Silicon Valley se concentran todos los grandes problemas de la mundialización. “La lucha de los trabajadores, la degradación del entorno, las desigualdades, el deterioro del nivel de vida, la importancia de la inmigración, todo está allí, en las fábricas del condado de Santa Clara”. Explica cómo trabaja en cadena de montaje, en la firma Hewlett Packard, junto a un ingeniero electricista del Punjab (India), y a un eritreo diplomado en finanzas y dueño de una fábrica en Kerala (India). Todos, declara, son muy conscientes de que su situación representa una regresión social.Aunque algunas cadenas de montaje de circuitos electrónicos han sido deslocalizadas a Taiwán, Corea, la India o el Este de Alemania, el personal de limpieza no teme que desaparezcan sus empresas. Los flamantes edificios de despachos situados en Cupertino y junto al lago artificial de Redwood Shores no corren el riesgo de volatilizarse.Pero esos trabajadores son prisioneros de los mecanismos de la nueva economía. A medida que ésta se ha ido desarrollando, los empleos se han vuelto más precarios. Según Working Partnership, 45% de los californianos ocupan su actual puesto desde hace menos de dos años. En cuanto a las agencias de empleo temporal, en 1998 colocaron 182.900 personas más que en 1993, o sea una cifra superior al aumento neto del empleo en los sectores de la electrónica y los soportes lógicos.Pero las empresas recurren cada vez más a la subcontratación. Hace 14 años, en una firma como Hewlett Packard, un empleado no cualificado habría recibido un salario de 14 dólares por hora. Pero las empresas aprovecharon la recesión de comienzos de los años noventa para subcontratar las actividades de limpieza, jardinería y vigilancia. Dada la competencia existente, la tarifa bajó a 8 dólares.Los gigantes de Silicon Valley replican que no son responsables de la mano de obra pagada por los subcontratistas para barrer sus vestíbulos de mármol. Los dirigentes sindicales no han vacilado, sin embargo, en presentar la situación de este personal como simbólica de las disparidades flagrantes existentes en la región. “Lo que despertó verdadero interés es la pregunta: ¿Qué hacer con los pobres en una economía en plena expansión?”, resume Mike García, presidente local del sindicato del personal de limpieza. “Esas personas necesitan varios empleos para alimentar a su familia. Y limpian los edificios de patronos riquísimos, que se han vuelto millonarios o multimillonarios de la noche a la mañana, y para los cuales es difícil explicar que sus empleados viven hacinados en garajes que comparten dos o tres familias.”Mike García y Tom Csekey, vicepresidente del sindicato, se empeñaron los últimos diez años en fortalecer la participación sindical de los empleados de limpieza de la región. Actualmente el 75% se ha afiliado al sindicato, frente al 25% de 1990. En 1996 las autoridades de Los Angeles dictaron un decreto que les garantizaba un salario mínimo. En época más reciente el sindicato concentró sus esfuerzos en los problemas de inmigración y el seguro de enfermedad. “Más que en los salarios, nuestra estrategia busca mejorar las condiciones de vida de los trabajadores”, explica Csekey. “Se dice a las empresas: ‘esas personas trabajan dentro de vuestros muros; tenéis una responsabilidad frente a ellas’.” Ante el coro de protestas, en las que se confundieron las voces de otros sindicatos, de obispos y de políticos, los dirigentes de Genentech (biotecnología) y de Pacific Bell (telecomunicaciones) terminaron por aceptar esa responsabilidad.14 horas diariasEn junio, sin declararse en huelga, el sindicato logró más conquistas que nunca hasta esa época. Se otorgó a los empleados un aumento anual de 8%: su remuneración por hora pasará en los próximos tres años de 7,64 o 8,04 dólares a 9,64 o 10,04 dólares, según el condado. Sin embargo, eso no les permitirá dejar sus garajes convertidos en viviendas, ya que en la región una casita puede costar hasta 750.000 dólares. Tras haber batallado en la bahía de San Francisco y en Los Angeles, donde sus adherentes se declararon en huelga en abril del 2000, el sindicato se concentró en la situación del personal de Sacramento. Negoció los contratos de tal modo que expiran al mismo tiempo en todas partes, dentro de tres años. En toda California, 14.000 empleados de limpieza podrán entonces coordinar su acción.Sin embargo, gran parte de los trabajadores de Silicon Valley sigue sin organizarse, ya sea mano de obra barata o personal de las start-up de Internet, que laboran catorce horas diarias y acampan en sus despachos. En las cadenas de montaje de circuitos electrónicos, con bajo nivel de sindicación, los trabajadores de origen asiático vacilan en afiliarse debido a la fragilidad de su condición de inmigrantes. A la inversa, la tradición mexicana de acción colectiva resiste bien entre el personal de limpieza, cuyos miembros, en buena medida, son también indocumentados. “Saben muy bien que nuestra fuerza reside en nuestra capacidad para actuar unidos”, estima García. “Sobreviviremos organizándonos como una familia.”García quisiera hacer causa común con las clases medias, cuya situación es cada vez más precaria. Tiene la impresión de que la huelga contribuyó a contrarrestar el clima de xenofobia que se instauró en California en 1994, con motivo de una campaña hostil a la inmigración. “Ahora la gente mira los inmigrantes con otros ojos, como trabajadores esforzados que tratan de salir adelante”, afirma.Marianne Steeg, la directora de personal del Consejo del Empleo de South Bay, estima que esta huelga puso la cuestión del “contrato social” en el primer lugar dentro de las prioridades regionales, sustituyendo los problemas de vivienda, de transporte y de salud para todos. “Los profesores, los bomberos, el personal de salud, todos esos empleados que ya no disponen de los recursos necesarios para vivir aquí no se identifican con la clase media acomodada sino más bien con los trabajadores desfavorecidos”, explica Steeg. Y añade que la huelga afectó seriamente al prestigio de las sociedades de alta tecnología: “Ya no pueden sostener que la prosperidad de Silicon Valley es sinónimo de prosperidad para todos.”

No hay comentarios: