Por tercer año consecutivo, las cifras del famoso valle californiano, meca de la tecnología, marcha cuesta abajo. Su última esperanza es trabajar para el Gobierno, que está invirtiendo millones en seguridad.
En 2002, a casi dos años después del comienzo de la crisis del sector tecnológico y el consecuente desplome de las compañías de Internet, el famoso Silicon Valley de California, Estados Unidos, sigue sin remontar vuelo. No ha pasado tanto tiempo desde que se lo consideraba poco menos que el centro del universo, la meca desde la que unos pocos genios con salarios astronómicos marcarían durante décadas el rumbo de la innovación y de la economía. Sin embargo, esta temporada, por segundo año consecutivo, el valle ha tratado con escaso éxito de reinventarse a sí mismo, recuperar su proverbial espíritu de innovación y ofrecer alternativas a los desempleados que se mudan a otras ciudades o que, simplemente, buscan salir del paso apelando a las alternativas más estrambóticas.Como ejemplo tope de los nuevos “rebusque” vale el de la firma Geekmaids (www.geekmaids.com), que ofrece “mantener el hogar en orden”, lo que no solo incluye el lavado y planchado de ropa, la limpieza a fondo y el arreglo del jardín, sino, también, el cambio del sistema operativo de todas las computadoras de la casa. Otros ex empleados del sector tecnología recurren a variantes más tradicionales, como la hotelería, la gastronomía y, en algunos casos extremos, hasta la caridad. Razones no les faltan: Silicon Valley está entrando en su tercer año consecutivo de turbulencias económicas con el agravante de que no se avizoran cambios y la ansiedad galopante ha reemplazado, al parecer, para siempre, a la confianza incombustible que hasta hace poco ostentaban sus vecinos. Según cifras oficiales, en diciembre de 2000, la tasa de desocupación en el condado de Santa Clara, corazón del Silicon Valley, ascendía al 1,3 por ciento. En octubre de 2002, había crecido hasta alcanzar el 8 por ciento. Y, aunque no hay sondeos que lo confirmen, se estima que sigue en aumento. De hecho, la crisis se nota en todas partes, y no porque vivir en el famoso valle californiano sea más duro que hacerlo en cualquier otra parte, sino porque los que se están cayendo, caen desde más arriba. Muchos restaurantes han cerrado, y otros han cambiado sus cartas sibaritas por otras más accesibles. Las oficinas vacías son mayoría y, en la prensa local, las historias de ex empleados que se han decidido cambiar completamente sus vidas, son cosa de todos los días. Hay, también, quien se alegra por el colapso del valle. El “boom” de Internet trajo consigo astronómicas cotizaciones inmobiliarias y unos niveles de ostentación y derroche sin precedentes, en muchos casos, de parte de jóvenes arrogantes recién salidos de la universidad. En su libro “La burbuja de Internet”, Michael Perkins señala que, en el resto de los EE.UU., campea la idea de que, en cierto modo, el Silicon Valley “tienen lo que se merece”. La región está acostumbrada a los altibajos de la economía, pero este bajón supera lo previsto. No por nada en las tiendas de coches se amontonan los vehículos de lujo de segunda mano que supieron pertenecer a ex ejecutivos hoy venidos a menos. Para algunos, esto es un episodio más que forzará la búsqueda de alternativas. Lo malo es que, cuando el valle empezaba a encontrar variantes, muchas grandes empresas tecnológicas con fuertes posiciones en el área, como Agilent, Advanced Micro Devices, Applied Materials o Sun Microsystems volvieron a anunciar despidos masivos. Las compañías que aún resisten tienen sus esperanzas cifradas en hacer negocios con el Gobierno federal, posibilidad que se ha multiplicado con la aparición en escena del ministerio de Seguridad Nacional, creado tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esto implica que el valle, históricamente crítico del partido republicano, ya no le hace asco a nada. Y se muestra dispuesto, incluso, a ceder posiciones en la defensa de uno de sus máximos bastiones: el derecho a la privacidad.Fuente: EFE
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